lunes, 28 de diciembre de 2020

CUATRO MIL DOSCIENTOS CINCO

 




He recapacitado sobre los últimos acontecimientos que han afectado a mi vida en relación a lo que cuento en mi diario y he comprendido que estaba equivocada, no he sido empática, por lo que de ahora en adelante intentaré ponerme en los zapaos de las personas de las que hablo.

No me daba cuenta de que cada ser humano está en su proceso y cada uno tiene una manera personal de ver y sentir lo que sucede y en el caso de mis hijos, es obvio que lo que para mí carece de importancia, para ellos adquiere una relevancia capital, así que soy yo quien debe ser respetuosa y no hablar de ellos, es un hecho y he tomado la decisión de hacerlo así.

Nada cambiará, confío en mis recursos para enfocar mis textos en otros asuntos, no solo estaré más enfocada en mi mundo interior sino que además, es posible que mis hijos empiecen a hablarme, algo que se había puesto difícil.

Estoy contenta de haberlo visto claro y agradecida a Elena Urquiola que me ha ayudado a abrir los ojos y analizar el hecho desde la perspectiva correcta, además yo quería practicar la empatía desde hace tiempo, no obstante es obvio que no lo aplicaba a mis acciones.

Una cosa buena que tengo es que aunque soy terca y cabezota, mi padre una vez me dijo que era cabezuda, cuando se me aclaran las ideas y las entiendo, no tengo ningún reparo en cambiar, más bien lo contrario, me encanta dar un paso hacia adelante en la dirección correcta.

Estoy contenta, tomé la decisión ayer por la noche y he dormido bien, me he levantado de buen humor y me encuentro mejor, creo que el lumbago está cediendo y parece que ahora puedo estar sentada más tiempo, lo cual para mí es fundamental ya que el ordenador es mi instrumento de trabajo.

Me siento agradecida.






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