domingo, 27 de diciembre de 2020

CUATRO MIL DOSCIENTOS CUATRO

 





Me pregunto con verdadero interés por conocer la respuesta, por qué sigo escribiendo mi diario a pesar de los problemas que crea en mi propia familia y no encuentro la respuesta.

Intento ser discreta, me conformo con anécdotas intrascendentes, jamás me meto en terrenos profundos, no analizo los comportamientos ni los caracteres, me limito a dar algunas pinceladas y sin embargo de lo poco que cuento, se derivan consecuencias que no solo no son de mi agrado, sino que ni siquiera las entiendo.

Me identifico con lo que le decía su madre a Elena Urquiola:

Tú tienes un problema, y es que no te entra en la cabeza, ni tienes en cuenta nunca...  que los demás no son como tú. Ni como tú crees que son, ni como a ti te convendría que fueran... (sic)

Podría escribir relatos cortos en tercera persona cambiando los nombres, es una posibilidad.

Cuando Marcel Proust socializaba, lo hacía con el único interés de conocer a las personas a las que cambiaría el nombre y las haría protagonistas de "En busca del tiempo perdido" ya que estaba seguro de que iba a ser una obra trascendente.

En otras temporadas de mi vida en las que las circunstancias no me obligaban a quedarme en casa sino que salía, entraba, viajaba y mi entorno era más amplio y brillante, no me pasaba factura lo que escribía, más bien lo contrario, además mi profesor me suele animar a decir todo lo que me apetezca, él dice que dentro de quinientos años, cuando se lean mis textos, a nadie le importará saber de qué personas hablo.

Hace tiempo, cuando pintaba y exponía, pasaba mucho tiempo en la galería Arteta de Bilbao y conversaba con el dueño, Juan Elúa que me propuso escribir un libro sobre Getxo, que es el municipio donde habito.

En aquella época yo no escribía, solo pintaba y salía mucho con Cala Ampuero que era íntima amiga, veíamos a mucha gente y nos enterábamos de cosas divertidas de las que nos reíamos, pero jamás se me ocurrió escribirlas ni hacer daño a nadie.

Me han contado que a veces a los amigos de los escritores les gusta sentirse identificados con los personajes de sus novelas de ficción e incluso llegan a enfadarse cuando no se ven reflejados.

Recuerdo un libro de un escritor sueco en el que contaba todo lo que sentía respecto a su mujer, sus hijos y demás personas de se entorno, lo hizo con todo detalle, tuvo mucho éxito pero corrió un gran riesgo.






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