martes, 8 de diciembre de 2020

CUATRO MIL CIENTO NOVENTA

 





Ayer, lunes de labor entre un domingo y un martes festivo:

Como de costumbre, cuando menos lo esperaba las musas de la inspiración que me tenían abandonada, han venido en mi auxilio a través de David Lynch, ha sido maravilloso, mientras buscaba la crítica de una película me he encontrado una master class que hizo en una escuela de arte de Madrid.

Ya me interesaba antes sin casi conocerle pero verle ha sido encantador, su inglés es tan claro que le he entendido sin hacer ningún esfuerzo, como si hablara castellano.

Me ha parecido humilde, limpio, sin pretensiones y sin decir mentiras, todo lo que salía de su boca era puro, nada me parece más bonito que una persona directa, sobre todo cuando tiene tanto talento como para abastecer de ideas y de obras de arte a la cuarta parte de la humanidad, por lo menos.

Tengo un toque pijillo que me hace fijarme en todo y me ha sorprendido que tuviera las uñas sucias, algo que detesto y que sé que es muy difícil de corregir, sobre todo para los pintores, pero luego he comprendido que David Lynch también es pintor.

Algunas de sus películas me han resultado difíciles como Mulholland Drive, que se rodó cerca de donde yo vivía en Los Ángeles, creo que fue ese dato el que me ayudó a verla entera. 

Es un artista multidisciplinar y ha resumido lo que es el cine en una sola palabra, en lugar de llamarle el sétimo arte ha dicho que contiene las siete artes, me ha encantado, creo que le ha salido, que no lo tenía pensado.




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