domingo, 17 de noviembre de 2019

DOS MIL NOVECIENTOS SETENTA Y DOS








Estuve escuchando un programa de radio en el que varios cinéfiloos expertos en Ernst Lubitsch analizaban sus películas.

Me pareció interesante no solo porque me fascina su cine, sino porque entre una cosa y otra, dijeron algo que nunca nadie antes lo había mencionado en mi presencia, sino todo lo contrario.
Se trataba del doblaje.
Hasta ahora se comentaba lo triste que nos parece a los que nos gusta el cine, que doblen las películas.
Es algo que no se discute.
Pues bien, el que más entendía de cine en general y de Lubitsch en particular, insistió, dando toda clase de argumentos sobre la importancia de ver una película doblada a no ser que se domine el idioma original.
Hablando de "Ninotchka" que es una de mis preferidas, decía que es imposible fijarse en  el sofisticado vestuario que el director había escogido para Greta Garbo, los guantes, las medias, el bolso, así como en los detalles de la decoración y el guiño de un portero por citar solo algunas pequeñeces.
Argüía también que el cine de aquella época estaba más trabajado que el de ahora.










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