sábado, 9 de noviembre de 2019

DOS MIL NOVECIENTOS SESENTA Y CINCO









Desde que he aprendido a aceptar lo que me trae la vida no me llevo tantos malos ratos, aunque ciertos miedos todavía me rondan.
Intento mantenerlos a raya.
Siento que el mes de vacaciones me ha fortalecido.
He afrontado retos que tenía pendientes.
Ocuparme de la casa es uno de ellos.
La tenía dejada.
La realidad es que la leucemia se ha estado incubando durante muchos años.
No me lo ha dicho nadie, pero yo lo sé.
Lo sé ahora.
Vivía en estado de cansancio permanente pensando que padecía una fibromialgia que me había diagnosticado Alvarez de Mon entre múltiples insultos (sic).
Era evidente que no me encontraba bien y que había perdido la vitalidad.
Justo antes de pedir hora en mi doctora de cabecera había estado en Barcelona para acudir a una conferencia de Prem Rawat.
En el hotel manché la almohada con sangre.
Al volver a casa me di cuenta de que tenía manchas en todo el cuerpo y comprendí que era el momento de saber lo que me estaba pasando.
Inmediatamente me mandaron al hospital, me hicieron unas pruebas y dijeron que querían hablar con mis hijos.
Me tomaban la tensión todo el tiempo y cuando mencionaron la palabra leucemia me subió a diez y siete.
Han pasado cinco meses y diez días y mi vida ha dado un giro completo.
Lo he pasado mal de verdad y espero que no me vuelva a suceder algo parecido.
Ahora estoy en otra fase.
Me siento agradecida y doy gracias al cielo.









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