martes, 12 de noviembre de 2019

DOS MIL NOVECIENTOS SESENTA Y OCHO









Debido a mis limitaciones para hacer algo que no sea ocuparme de mi salud, he decidido poner orden en la casa.
Dentro de poco vendrán Lisa, Mattin y Odita para pasar la navidad y me apetece recibirles con alegría e intentar que se sientan a gusto.
Lo que más me cuesta es desprenderme de todo lo que me queda de cuando me dedicaba a pintar.
Me resulta duro deshacerme de los óleos, los pinceles, los barnices, los bocetos, los trabajos que se han quedado a medio hacer, las telas craqueladas y muchas más cosas que me duele nombrar, pero estoy decidida.
Jose Ignacio es un amigo carpintero y electricista que desde hace muchos años me ha ayudado en todo lo referente a colgar cuadros en las exposiciones, además de hacer arreglos y chapuzas.
Tiene un extraordinario sentido para la distribución del espacio, lo que en esta casa es de gran importancia y me está ayudando.
Gracias a él creo que seré capaz de hacer algo que valga la pena.
Solo quiero tener lo imprescindible, por lo que me paso la vida tirando lo que no utilizo y aún así, la casa está llena de cosas inútiles.
Estoy muy influenciada por la decoración japonesa en la que todo está basado en el vacío.












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