jueves, 5 de septiembre de 2019

DOS MIL NOVECIENTOS










Creo que ya he pasado lo peor y he aceptado que tengo un problema que forma una parte importante de mi vida y del que debo ocuparme sin darle más importancia. 
Algo ha cambiado en mí.
Ya no me entra angustia cuando me viene a la cabeza.
Vivo con mis limitaciones y trato de disfrutar de mi existencia, agradecida de estar viva.
Ayer Beatriz me contó que había estado en una fiesta y que habían brindado por mí.
Cuando le preguntaban por mi estado, contestaba que no me hacía caso, lo que es verdad y algunas personas le decían que eso no estaba bien y otras, por el contrario, entendían que lo hacía por mi bien, para que consiga ser autónoma.
Es verdad que desde que Beatriz y Jaime no se ocupan, he espabilado bastante, lo cual no significa que no necesite ayuda.
Gracias a Pizca, que está pendiente de mí y me acompaña a hacer recados, voy reanudando algunas de mis responsabilidades, pero reconozco que me cuesta.
Por otro lado duermo mejor y mi cuerpo, poco a poco, se va recuperando, aunque he adelgazado tanto que cuando estoy desnuda parece que salgo de un campo de concentración.
Intento mantener un orden haciendo tres comidas al día, pero es como si no hicieran efecto.
Necesito tiempo, eso es todo.

No le doy más importancia de la que tiene.








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