viernes, 22 de mayo de 2020

CUATRO MIL VEINTITRES










He visto una película que me ha encantado, justo el tipo de historia que me toca el corazón.
Se llama "Entre la razón y la locura".
No sería capar de recomendársela a cualquiera porque es un asunto muy personal.
Me interesan en alto grado las palabras de los idiomas que conozco.
El castellano para mí es el rey y a él dedico la mayor parte de mis estudios y lecturas, no obstante el inglés, del que solo se lo justo para defenderme y entender a Prem Rawat, me complace de una manera extraordinaria.
Siento no ser capaz de manejarlo con soltura y de no poder suavizar mi strong Spanish accent* del que me avergüenzo a menudo, sin embargo me siento orgullosa de haberlo aprendido siendo mayorcita y sin tener facilidad para los idiomas, he tenido que hacer un esfuerzo extraordinario, ya he contado en otras ocasiones que mi educación quedó truncada cuando me enamoré de Carlos Artiach y   me entregué a esa sensación que me enajenó, me confundió y me hizo perder mis intereses primordiales.
Me dejé llevar por una fuerza a la que no fui capaz de enfrentarme y ahí quedé atrapada, como en un sueño, hasta que desperté e intenté luchar con todas mis fuerzas para recuperar mi mismidad que tanto añoraba.
Esta película, protagonizada con delicadeza y bien hacer por Sean Penn y Mel Gibson me ha hecho pensar en la suerte que he tenido en la vida ya que, a pesar de haber estado por dos psiquiátricos por asuntos de drogas, nunca he traspasado esa línea de la que prefiero no hablar.
Los psiquiatras nunca me han servido para nada bueno excepto para recetarme pastillas, ellos no saben curar las enfermedades del alma.




*fuerte acento español










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