jueves, 21 de mayo de 2020

CUATRO MIL VEINTIDOS











Mi primer día de mascarilla y calle.
He pasado una mañana gloriosa.
No me acordaba de lo entretenido e interesante que puede ser hacer unos recadillos por Las Arenas, he sido muy feliz.
Breve pero intenso.
Hasta la semana que viene no tengo planes específicos, peluquería, masaje, osteopatía otra vez, no sé cómo me encontraré mañana, el tratamiento de fascias me ha dejado exhausta, un año sin moverme, he perdido masa muscular.
Tengo demasiadas ideas, no debo precipitarme, ya iré haciendo una cosa detrás de otra.
La cabeza todavía me falla, menos mal que todo tiene remedio.
Tengo que eliminar todo el arsénico y el ATRA que me he metido además de las pastillas que tenía que tomar cada día.
He sido tan obediente que ni yo me reconozco y tengo intención de seguir siéndolo porque no quiero pasar otro mal rato como el que he pasado.
No deseo a nadie que tenga un cáncer.
Cuando estaba aislada en la cama_tortura de Cruces, pensaba:

Menos mal que no tengo que pagar por todo esto porque de lo contrario me habría metido en un buen lío.

Una amiga mía americana que sufrió un atraco con violencia tuvo que operarse muchas veces y al final no pudo más y se suicidó.
Además de que no terminaba de encontrarse bien, la idea de pasar el resto de su vida trabajando para pagar lo que debía al gobierno le quitó las ganas de vivir.
En California el suicido no solo está permitido sino que mucha gente recurre a él, es dura la vida sin Osakidetza.
Lo ponen fácil.
El médico de cabecera ofrece una pastilla y el paciente elige el momento de tomarla.
Parece ser que algunos prefieren estar con amigos y otros lo hacen cuando están solos.
Hay personas mayores que tienen cáncer y no están dispuesta a pasar por la quimioterapia, se van.









No hay comentarios:

Publicar un comentario