sábado, 9 de mayo de 2020

CUATRO MIL ONCE











He estado pensando en que hay ciertas asignaturas en la vida que me resultan muy difíciles, les llamo así porque me recuerdan a los estudios aunque también se les puede llamar disciplinas, materias, comportamientos, todo forma parte de lo mismo, de la necesidad que se tenga para ser capaz de hacer el esfuerzo.
En las que no me interesaban porque no las había elegido, tiré la toalla en cuanto pude, por ejemplo en el golf.
Mi exmarido estaba empeñado en que jugara al golf, a él le encantaba y consiguió hacer pocas, que es lo que en ese deporte significa jugar bien.
Sin embargo yo, por más que me esforzada para complacerle, no conseguía adelantar a pesar de dedicarle tiempo y esfuerzo y tener buenos profesores pero no éramos compatibles, ni yo le gustaba al golf ni el golf me gustaba a mi, así que llegó un momento en que lo dejé y me dediqué a estudiar Bellas Artes que era lo que de verdad me hacía feliz.
Pero también en esa carrera encontré una dificultad con la que no había contado.
La descriptiva, hasta la palabra me produce malestar, escuadras, cartabones, reglas, diagonales, era horroroso, me suspendieron y tuve que repetir curso, hice un esfuerzo extraordinario, todo fue en vano.
Luego vino el inglés.
La educación que mis padres me habían preparado, se suponía que estaría basada en idiomas por lo que me mandaron a Francia, aprendí francés y otras cosas bonitas y al volver a Bilbao, me enamoré con lo que se me quitaron las ganas de ir a Inglaterra que era el siguiente paso antes de Italia.
Así quedé con una educación inacabada, sin idiomas, sin carrera, sin ambiciones excepto seguir sintiendo esa cosa tan espantosa que es estar colgada de un desconocido.
Pasada la fase de matrimonio y maternidad, recuperé las riendas de mi vida en las que echaba de menos el inglés.
No es lo mismo estudiar en la adolescencia que en la madurez, no obstante me empeñé y lo conseguí aunque claro, no tengo el acento que me gustaría ni la soltura que debería pero me arreglo.
Me costó muchísimo.
No tengo facilidad para los idiomas, tengo mal oído, compensaba mi falta de facultades con el entusiasmo.
De momento he ido superando esas asignaturas, me queda una difícil de vencer solo con el deseo.
Se trata de la informática.
Desde que cogí el primer ratón en Los Ángeles poco antes de cumplir cincuenta años, no he dejado de tomar clases, de ir a academias, de practicar, de intentarlo con todo mi coraje, sin embargo sigue siendo otro de los obstáculos con los que me he tropezado en la vida.
No estoy dispuesta a tirar la toalla porque es sentada delante del ordenador, donde encuentro el placer de mi existencia.








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