miércoles, 6 de mayo de 2020

CUATRO MIL OCHO










Dado que soy una persona de tipo obsesiva y adictiva, las fotos llenan mis horas, absorben toda mi atención y eso sin saber manejar una cámara, solo me interesa el trabajo que he realizado durante muchos años, del que conservo lo que han decidido los discos duros que me han forzado a utilizar sin que prestara demasiada atención.
Disfruto porque me gusta la base y me divierto editando, solo la composición y el color me interesan y también el blanco y negro.
Todas las horas que dedico a esta tarea solo están justificadas por lo bien que lo paso.
Mientras tanto me hablan de buenas películas, de videos prohibidos que hablan de asuntos difíciles de creer a los que no presto demasiada atención.
¿Son conspiratorios?
A veces me siento acosada, algunas personas quieren que me involucre en el nuevo orden mundial pero no es eso lo que me hace vibrar, tengo otros intereses.
Pasan los días, parecidos pero siempre diferentes.
Beatriz y Jaime salen temprano por la mañana, hacen deporte de tierra y a media tarde se van a Ereaga que es la única playa que está dentro del área permitida con las tablas de surf.
No les importa que no haya olas, de momento se conforman con remar y ponerse en forma poco a poco.
Ya tienen otro aspecto.
Han cambiado el color de los rostros.
Antes estábamos parecidos, ahora cuando me miro en el espejo me veo blanca, con cara de enferma, casi no tengo voz ¡hablo tan poco! me cuesta emitir sonidos.
No me quejo, estoy saliendo de un estado infernal, solo puedo esta contenta y agradecida, la vida está de mi lado.










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