miércoles, 27 de mayo de 2020

CUATRO MIL VEINTISEIS










Todo va tan deprisa que no me queda más remedio que entregarme, no ofrezco resistencia, me acoplo a la velocidad de vértigo a la que me lleva la vida.
Hace tiempo, cuando me trataba la doctora Verdugo me decía que había entrado en la quinta dimensión.
Yo no entendía demasiado pero lo que experimentaba era excesivo, no lo soportaba, era una experiencia para la que no estaba preparada, hasta ella que había estudiado esos temas se quedaba perpleja cuando le hablaba de las especies de rayos que me atravesaban por todo el cuerpo y la electricidad que sentía cuando estaba en la terraza y pasaba el metro por debajo de mi casa.
Pasé unos años difíciles, me daba cuenta de que algo iba mal.
Creo que la leucemia me ha venido bien porque ahora me encuentro mucho mejor, más a gusto con mi cuerpo aunque todavía necesito ponerme mejor pero disfruto de la vida y de las sensaciones.
En aquella época me dolía todo, casi no dormía.
Cuando fui a Barcelona para que me vieran algunos doctores de mucho prestigio no podían creer que no tomara medicación.
Verdugo solo me daba vitaminas o suplementos, me tomaba catorce pastillas al día para limpiar el cuerpo y no tenía ni un minuto de descanso, siempre encontrándome mal.
Ella decía que era por el cambio de dimensión, terminé harta de los cambios de frecuencia, prefería estar en la dimensión normal y no tener experiencias cósmicas.
Ahora estoy mucho más contenta, me voy recuperando poco a poco, aunque tal vez demasiado deprisa porque me ha pillado de sorpresa.
Mañana, día veintiocho de mayo se cumplirá un año de mi ingreso en Cruces con el diagnóstico de leucemia promielocítica aguda M3.
La maravillosa hematóloga María Puente me dijo "que vengan tus hijos porque tenemos que hablar".
Me metieron en un cuarto muy grande para mi sola.
Al día siguiente vinieron Beatriz y Jaime por la mañana mientras Mattin cogía un avión desde Berlín y nos dijeron que yo tenía diez días en los que si no me moría me pondrían un tratamiento que me curaría.
Solo podía venir una visita y siempre con mascarilla.
Los hematólogos, las enfermeras, los auxiliares y muchos más que me mareaban, siempre estaban con mascarilla.
En seguida me pusieron la quimioterapia, me hicieron una vía en la femoral para lo que tuvieron que organizar una especie de quirófano en la cama moderna que era como un potro de tortura, casi no podía cambiar de postura.
Las personas que me atendían eran profesionales especializadísimos, impresionaba lo bien que hacían todo y la delicadeza con la que me trataban y eso que mis venas estaban quemadas, les costaba sacarme la sangra y meterme las plaquetas y hacerme todo lo que me hicieron con mucho amor.
Consiguieron que saliera adelante, a los diez días todo nos relajamos.
Vinieron todos mis hermanos incluso uno que llevaba muchos años sin hablarme, también los de Madrid, les di un susto morrocotudo.
A Beatriz le salieron pupas en la cara, tuvo que cambiar sus cremas se puso hecha un adefesio, tenía que taparse para que no le diera el sol.
Me parece mentira el año que he pasado y justo cuando terminé de tener que ir al hospital de día para la quimioterapia que es algo tremendo, empezó la cuarentena del Covid 19.











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