martes, 12 de mayo de 2020

CUATRO MIL CATORCE











Me muevo tanto en las redes sociales que empiezo a distinguir el grano de la paja.
En principio acepto toda clase de personas que me piden amistad y poco a poco, según lo que publican, voy notando si me inspiran o lo contrario.
Cada día me interesan menos las conspiraciones, sean del bando que sean porque hay de todas clases.
Las rechazo por principio con la sensación de que no me estoy perdiendo nada.
No me gustan los patriotismos y a veces veo cosas muy feas, en esos casos los elimino sin ningún pudor.
Hay personas que tiene ganas de entablar un diálogo como para empezar una relación pero yo no hago caso a ese tipo de entradas, para eso está Tinder y otros similares.
Tengo la suerte de poder dedicar mi tiempo a que las redes sociales me resulten encantadoras.
Tengo amigos desde el principio, creo que en el año dos mil ocho me metí en Facebook y a veces sin ni siquiera ponernos comentarios seguimos ahí, al pie del cañón sabiendo que tenemos intereses parecidos.
Con algunas personas he llegado a tener tantas entendimiento que hasta me han invitado a su casa pero no he ido, eso es imposible, yo nunca voy a casas de otras personas porque prefiero estar en la mía y hacer lo que me da la gana.
Antes, cuando vivía mi madre iba a su casa los domingos por la mañana y me comportaba como una señorita bien educada pero a veces no podía callarme y decía lo que pensaba y no era bien recibido.
Sé que es mejor ser prudente, me cuesta muchísimo no intervenir en las conversaciones, sobre todo cuando opino lo contrario de lo que dicen.
Ahora estoy teniendo muchos amigos nuevos y no me queda más remedio que hacer limpieza general, es trabajoso pero compensa porque cuando me encuentro con gente que publica cosas bonitas se me expande el corazón.










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