viernes, 12 de agosto de 2022

CUATRO MIL SEISCIENTOS CINCUENTA

 




Dentro de lo que me sucede habitualmente hay dos temporadas en la vida ordinaria que me resultan difíciles, una es navidad y otra el mes de agosto.

Me sucede una y otra vez y no consigo solucionar el sentimiento de tristeza que me embarga cuando ya estoy metida dentro de esa especie de melancolía que, sin venir a cuento me impide disfrutar de la vida como es mi costumbre.

A veces he cambiado de plan, una año recuerdo que incluso me fui a Australia y cambió por completo el panorama, no tuve que hacer nada, simplemente cambiar el lugar geográfico, me fui a las antípodas y me olvidé de que estábamos en agosto.

Creo que es la única vez que evité por completo sentir esta especie de abatimiento que estoy sintiendo desde que estamos en agosto y todos se van de vacaciones, veo los aeropuertos llenos de gente y me dan ganas de llorar.

Me viene mejor distraerme con cualquier cosa, un libro es tal vez lo que más me ayuda a disipar la niebla que penetra en mi atormentada cabeza de chorlito.





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