He llegado a un punto en el que me encuentro tan a gusto conmigo misma que si me llaman por teléfono alguien que no conozco e intenta contarme algo que no me interesa, me saca de mi estado y me molesta muchísimo, luego tengo que hacer un gran esfuerzo para volver a mi bienestar.
Agradezco las redes sociales, las encuentro mucho más respetuosas que el teléfono.
Gracias a Dios a la gente en general le cuesta escribir por lo que solo lo hacen cuando es estrictamente necesario, rara vez para comunicarse desde el corazón, lo cual me tranquiliza porque ya me he vuelto asociable, casi solo me relaciono por internet, me encanta vivir en esta época en la que me puedo comunicar escribiendo.
Oteiza decía que hay dos tipos de personas, unas son como colchones, les lanzan la pelota y ahí se queda y otras son como frontones que la devuelven.
Yo soy como un frontón y me gustan los frontones, me gusta que me den feed back, no todo el mundo lo hace, reconozco que me encantan las personas que son capaces de hacer comentarios sobre lo que publico.
Cuando pintaba me encantaba que comentaran mis cuadros.
Una vez alguien trajo a una chica a mi casa y al ver mi serie Heridas que estaba en mi estudio las estuvo mirando un buen rato y al final me dijo:
No me han gustado nada tus heridas, me resultas desagradables, agresivas.
No me extraña, respondí.
Era verdad, la primera vez que las colgué en una exposición, me quedé sola mirándolas y pensé:
¿Cómo he sido capaz de hacer una obra tan repulsivo?
Yo misma me extrañé de mi trabajo, las hice después de haber estado tres meses en el hospital tras un accidente en el que me rompí la pierna por cuatro sitios, no solo lo pasé mal sino que vi mucho sufrimiento en mi entorno y esa serie llamada Heridas fue la manera de sacar lo que tenía dentro.
Me dieron un premio en un concurso por una herida llamada Osakidetza.
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