sábado, 15 de enero de 2022

CUATRO MIL CUATROCIENTOS NOVENTA Y UNO

 





Ha sido maravilloso el capítulo dedicado a Antonio López, me ha emocionado sobre todo por su humildad y su claridad ¡que mente tan limpia, clara y bella! 

Recuerdo un viaje de grupo que hice a Roma con la discoteca Boccaccio, yo iba con mi prima Isabel Maier y nuestro amigo Pedro Erquicia y al subir al avión en Madrid vi que Antonio López también estaba en nuestro viaje y pensé que me gustaría conocerle pero pronto me di cuenta de que sus compañeros de viaje lo tenían completamente acorralado.

En aquella época ni siquiera sabía si su obra me interesaba, yo era una estudiante de Bellas Artes y el realismo tan exagerado y tan cargado no me había llamado la atención pero el nombre de Antonio López ya estaba en la cumbre de la pintura contemporánea, de hecho cuando conocí al arquitecto Ruiz de la Prada, el padre de Ágata en otro viaje de Boccaccio, esta vez en San Francisco, me dijo que Antonio López era el mejor pintor realista del mundo y creo que también me dijo que Hartung era el mejor en el terreno abstracto.

Otra vez, a lo lejos, en Neguri, vi a Antonio López entrando a comer en Jolastoki con el director del museo de Bellas Artes de Bilbao.

Cuando más me ha impresionado ha sido hoy en el documental, sobre todo por esa limpieza en su mirada, para mí la quisiera.

La humildad, sin lugar a dudas es lo que más admiro de lo que el mundo me ofrece y la de Antonio López se nota que es genuina, es un humildad directa como el agua cristalina, no ha tenido que hacer ningún esfuerzo, ha nacido con ella como con la habilidad para pintar

He disfrutado de verdad. 




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