lunes, 1 de octubre de 2018

DOS MIL QUINIENTOS VEINTE







Ayer.
Tarde de domingo.
Me las prometía muy felices investigando el trabajo de Benjamín Prado, poeta y escritor de cuya existencia me acababa de enterar con magníficas referencias.

Quise echar la siesta como de costumbre, pero las ganas de conocer al poeta no me lo permitieron.
Encendí el ordenador y esperé.
No conectaba.
No había wifi.

Reinicié.
Esperé.
Nada.
Desenchufé y enchufé.

Llamé a Euskaltel.
Imposible arreglarlo.
Me llamarán los técnicos.

Me quedé desconcertada.

¿Qué hago ahora?
Puedo ir al cine, creo que hay algunas películas que me interesan.

No puedo ver la cartelera, no tengo acceso a internet.
Me preparo un té y pongo la televisión.
No consigo concentrarme, nada me interesa.

¡Ah! Recuerdo que tengo ganas de leer ”Una educación” escrito por Tara Westover y que tiene un éxito apoteósico en Estados Unidos.
Recién publicado en Lumen traducido al español.

Con todo mi entusiasmo voy a mi cuarto.
En mi mesilla tengo el Kindle y así puedo pedir los primeros capítulos, sample, para ver si me interesa.

Compruebo, desilusionada, que el Kindle también necesita conexión a internet.


Ya que tengo el Kindle en mis manos me tumbo en la cama y sigo leyendo la biografía de Marcel Proust, escrita por Céleste Albaret que me está encantando y así me quedo hasta el anochecer, sumergida en ese tiempo perdido y recuperado al que siempre me lleva Proust y me sumerjo en mi más que querida Francia y una vez más me pregunto por qué no soy francesa.





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