domingo, 7 de octubre de 2018

DOS MIL QUINIENTOS VEINTIOCHO






Mi peluquera es rusa.
Se llama Julia, es alta, rubia, delgada y muy guapa.
Me pregunto por qué no es modelo. 
No tiene nada que envidiar a las que desfilan en París.
Ella está contenta con su trabajo y sabe lo que se trae entre manos.
Llevo años poniendo mi cabeza en sus manos y cuando el ruido del secador no lo impide, charlamos.
Me contó hace tiempo que se había echado un novio de Munguía, Euskaldun, que cultiva fruta y verdura ecológica, lo cual llamó mi atención sobremanera.
Poco a poco me contaba todo lo que cultiva Gorka y dejó caer que los sábados, uno sí y otro no, vende sus productos en el mercado ecológico del Arenal de Bilbao.
Ayer le tocaba, por lo que me animé y allí me presenté.
Llegué un poco tarde para lo que yo pretendía que era sacar fotos de su puesto ya que Julia me había explicado que Gorka cultiva varias clases diferentes de cada producto, por lo que imaginé un colorido exuberante.
Efectivamente, la mesa era inmensa y había de todo pero no estaba lo lucido que suele estar un puesto recién montado.
Muchísimas personas hablando y Gorka y su madre intentado atender a todos, misión imposible.
Conseguí hablar con Gorka, pero todo iba demasiado rápido, imposible para mi ritmo pausado sobretodo estando de pie.
Julia me había hablado de cuatro clases de calabaza pero la que yo quería se le había terminado.
A pesar del jaleo no dejé de observar que Gorka también es muy guapo, alto, moreno y delgado.
Compré algo y me fui al puesto de al lado que estaba solitario para comprar una calabaza poli marrón.

Era un chico de Ispaster y tenía pocas cosas pero en abundancia.
También compré unas acelgas tipo Borgoña, que tiene la hoja verde oscuro y las pencas y los funículos de color bermellón.
Me gustó llegar a casa cargada con productos sanos, frescos y llenos de vitaminas.

Volveré.






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