jueves, 4 de octubre de 2018

DOS MIL QUINIENTOS VEINTICUATRO







Hace tiempo que no bebo absolutamente nada.
Mi relación con el alcohol no ha sido muy estrecha, me refiero a que nunca me ha sentado bien, aunque eso no ha impedido que durante algunas temporadas me gustara ir a algún bar en concreto en donde estaban mis amigos y me tomara un par de copas.
Me gustaba el güisqui.
JB con mucho hielo y agua.
Desde el primer trago notaba una sensación de bienestar y euforia que me cambiaba la onda mental y ya estaba dispuesta a hablar con cualquiera de lo que se terciara, se me quitaban las manías.
Me pasaba un buen rato escuchando buena música y charlando.
Llegaba a casa, me metía en la cama, me dormía y al día siguiente me levantaba con un clavo tolerable si no me había pasado demasiado.
También bebía vino cuando salía a comer o a cenar, e incluso en casa.
No me sentaba bien pero me compensaba.

Luego me rompí la pierna y cambié la vida.
Dejé de ir a los bares y ya no tomaba copas.
No obstante seguía tomando vino en las comidas.

Durante el verano que ha terminado estuve en una casa de reposo en el mes de agosto, desintoxicándome y al volver tuve la ocasión de tomar vino en una cena familiar y me sentó tan mal, que ya se me han quitado las ganas.
También he salido algunas veces a comer fuera de casa y no me apetecía el vino, es como si eso ya no fuera conmigo.
La mayoría de mis amigos no beben, ni se drogan.
Algunos todavía fuman.










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