miércoles, 3 de octubre de 2018

DOS MIL QUINIENTOS VEINTIDÓS







He pasado una temporada difícil en la que no tenía claro lo que tenía que comer y estaba alterada porque doy mucha importancia a mi alimentación.

Estar en la casa de reposo con Eneko Landaburu me sentó muy bien, no puedo negarlo, descansé y aprendí cosas importantes, pero la dieta que él promueve es fría y a mi me gusta comer caliente, me sienta mejor.

Me dejé llevar, entre otras cosas por la vagancia, ya que me cuesta cocinar, pero después de recapacitar y poner orden en mis ideas, vi con claridad diáfana que lo que mejor me sienta es la macrobiótica, por lo que he tomado la decisión de volcarme en este trabajo que casi es prioritario.

Digo casi, porque siguiendo lo que dijo Confucio:

Si pierdes tu dinero, no has perdido nada.
Si pierdes tu salud, has perdido algo.
Si pierdes tu paz interior, has perdido todo.

Respecto a mi paz interior, la tengo dentro de mí y me agarro a ella contra viento y marea.
Puedo distraerme pero al cabo de unos minutos la recupero y siempre está ahí, esperándome.
Es mi ancla.
La busqué como una loca, yendo de aquí para allá, desesperada, como el ciervo que corre y corre para encontrar ese olor del que un día se enamoró, el almizcle y cuando destrozado por el esfuerzo se tumba en mitad del bosque para descansar, se da cuenta de lo que andaba buscando proviene de su propio vientre.
Algo parecido me pasó a mí, la paz estaba dentro de mi pero yo no lo sabía.
Así que ese tema, que es el más importante, lo tengo a mano.

Y la salud también, porque ya he experimentado en otras ocasiones que la macrobiótica es lo que me cura y hace que me sienta bien, así que ya he empezado a recuperar mis viejos hábitos.

Solo por tener las ideas claras me encuentro mejor.






No hay comentarios:

Publicar un comentario