martes, 16 de octubre de 2018

DOS MIL QUINIENTOS TREINTA Y CINCO







¡Que barbaridad!
He visto “El reino” y he salido transpuesta.
Creo que no sabía casi ni volver a mi casa y eso que solo estaba a cinco minutos, en los cines de Artea, centro comercial que frecuento.

Al principio no me gustaba, más bien me repugnaba lo que veía y además no entendía nada aunque me resultaba familiar, ya que se trata de lo que se ve en la televisión.
Hombres feos y mal vestidos, viviendo en casas de revista de decoración.
En una de ellas he visto dos cuadros muy buenos, un Sorolla y un paisaje que me sonaba.

Me han dado ganas de marcharme, no obstante he recordado la crítica de Carlos Boyero que la pone muy bien y he decidido quedarme, de lo que me alegro porque el final es apoteósico.
Me ha impresionado.
Al llegar a casa la he comentado con mis hijos que la vieron cuando la estrenaron y me la han aclarado un poco.

Ni entiendo ni me gusta la política aunque intento interesarme, por aquello que dijo Platón:
No preocuparse por la política es de idiotas.
Cuando lo leí, hace mucho tiempo, decidí que pondría un poco de mi parte para no ser “idiota” y lo hago, especialmente a través de la radio.
Me entretienen las tertulias de la cadena Ser y de Radio Euskadi.

He tratado con políticos de casi todos los partidos, especialmente con un caballero que me pareció sensible y culto.
A medida que le fui conociendo me di cuente de que tenía dos caras, como si estuviera cortado por la mitad.
Resultaba incómodo no saber con quien estaba hablando, así que dejé de verle.










No hay comentarios:

Publicar un comentario