lunes, 27 de noviembre de 2017

MIL SETENTA Y DOS








He leído una frase de Jung hoy por la mañana y no he podido dejar de pensar en ella durante todo el día:

La cosa más aterradora es aceptarse a sí mismo por completo.

Se refiere a la sombra.
Yo he tenido bastante cuidado de no enfrentarme a ese lado oscuro que todos poseemos, supongo que el miedo me lo impedía.

Cuando viví en Los Ángeles hice varias terapias, esas modernas que en una hora te liberan de más demonios de los que te pueden salir con uno de esos tratamientos europeos, en los que además de tomar pastillas, se habla con el psiquiatra tres veces por semana.

Hoy he vuelto a pensar en esa parte de mí que trato de esconder, porque si empiezo a mirarla, es como una escalera por la que a medida que voy bajando, veo cosas que no me gustan y quisiera corregir y sé que implicaría un esfuerzo excesivo, que no me noto dispuesta a realizar todavía, por lo que no sigo bajando.
Me crea una sensación de inseguridad que me aterra.

Trato de cerrar la puerta que conduce a esa escalera, pero por mucho que dé un gran portazo, ya lo he visto y necesito limpiarlo, aunque sea poco a poco.

Me tranquiliza saber que el primer paso es reconocer mi sombra.
Sabiendo que está ahí, de momento debo aceptarla y tratar de que no me impida disfrutar de la claridad, porque es gracias a ésta que podré disipar la oscuridad.

Tan grande es mi deseo de evolucionar, que a veces me encuentro con algún obstáculo, como la frase de Jung y me quedo pensando, como si en vez de dar el primer paso que es aceptarme como soy, tuviera que arreglar mi sombra y aceptarme después.

¡que lista es la niña!











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