sábado, 11 de noviembre de 2017

MIL CINCUENTA Y SEIS








Hay temas de los que no me considero capaz de hablar porque como dijo Sócrates:

Solo sé que no sé nada.

Me refiero por encima de todo a la responsabilidad que lleva consigo ser madre.
Sin ni siquiera saber de qué se trataba, me quedé embarazada y ante las enhorabuenas que recibía y ese dejarme llevar por la corriente a la que estaba acostumbrada, creí que sería maravilloso.
Nunca se me ocurrió pensar que los niños dan trabajo, salen caros, demandan atención de día y de noche y en la época en la que nació mi hija, se suponía que era la madre quien se ocupaba de ellos.

La madre de mi amiga "Rosa sin espinas" se llevaba un disgusto cada vez que una de sus hijas le anunciaba un nuevo embarazo.

Yo también.
Ahora estoy encantada con mi nieta, pero sé que puede ser un motivo de sufrimiento.

Hasta mi madre, que dedicó su vida a estar pendiente de los hijos, nietos y biznietos, llevando la familia como si fuera la presidente de una empresa, que conociera e intentara resolver todos los problemas de cada miembro, un domingo por la mañana en el que estábamos solas, me dijo:

Yo he sufrido mucho con mis hijos.

No me extraña, calculé, yo solo he perdido uno y ella ha perdido tres, eso es más que suficiente como para saber que tener un hijo es una bendición, hasta que deja de serlo.

Estoy muy contenta de que mis hijos mayores no tengan hijos.
También estoy encantada con mi nieta, ambos sentimientos no son incompatibles.
Se trata de aceptar la vida.
No la acepto como un animalito, en absoluto, he reflexionado lo suficiente como para saber que mi vida es perfecta para mi, para aprender y disfrutar de mi paso por este planeta.
A veces me cuesta aceptar lo que viene y me rebelo, pero enseguida me doy cuenta de que lo que estoy haciendo es ridículo, no tiene sentido, por lo que me relajo, me entrego a la situación y trato de sacarle el mejor partido posible.

Un médico naturista, Guillermo Basauri, que me trató cuando tuve la menopausia, me dijo algo que se me quedó grabado:

Creo firmemente que hemos venido a este mundo a arreglar los problemas con nuestros padres.

No estoy segura de que ese sea el único propósito para el que hayamos nacido, pero lo considero importante.
Me solía preocupar la tensa relación que mantenía con mi madre y trataba de que comprendiera que mi ideología era diferente a la suya, no obstante, nunca lo conseguí.

Hasta tal punto me consideraba perdida, que un día me dijo:

Cuando te mueras y vayas al infierno, yo estaré en el cielo y tu mirarás hacia arriba y me dirás:
¡Que razón tenías, mamá!







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