miércoles, 29 de noviembre de 2017

MIL SETENTA Y CUATRO








A mediada que pasa la vida y me voy conociendo, tengo la sensación de que soy muy selectiva y mi ser me pide que esté pendiente de todos los detalles, porque todo es uno.
No hay diferencia entre mi cuerpo y mi espíritu, están tan unidos que cada una de mis acciones repercute en ambos.

Ha llegado un momento en que aquella fase que tanto utilizan los franceses aunque venga de los griegos, se presenta varias veces al día.

Hablo de “l’embarras du choix”.

No encuentro la posibilidad de traducirlo al español de una manera literaria, así que lo haré como pueda.
Lo más cercano que he encontrado es:

El aprieto de elegir.

Todo está supeditado al ying y al yang y se trata de conseguir el equilibrio.
Tal vez eso resulte demasiado difícil para mi, porque soy exagerada y eso no es bueno.

Cuando me siento muy fuerte y me dedico a comer macrobiótica en plan radical, llega un momento en que me canso y tengo ganas de volver a la comida tradicional y entonces vuelvo al jamón, al queso, al vino y a todo lo que me gusta, aunque sé que atrofia un poco pero me compensa, me gusta disfrutar de todo lo que me ofrece la vida.

He comprado un filtro para el agua ya que el cloro y el flúor calcifican la glándula pineal.
No es que añore tener experiencias paranormales, ya las he tenido alguna vez y son sorprendentes, pero no gano nada con ellas.

Lo que de verdad me interesa es tener salud, estar despierta y conectada con mi paz interior.








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