jueves, 13 de julio de 2017

TRESCIENTOS VENTIOCHO







Había un hombre sentado en una banco delante del portal de mi casa, que me ha recordado a “El Pensador” de Rodin.
También me ha pasado por la cabeza que podría estar deprimido, su postura no auguraba nada bueno, y grande ha sido mi sorpresa, no exenta de sentirme muy alejada del contexto actual y por lo tanto anticuada, al darme cuenta de que simplemente estaba absorto en su smartphone y he llegado a la conclusión de que si Rodin volviera a esculpir una estatua parecida, probablemente tomaría ejemplo de este hombre y le cambiaría el título.

He seguido dando vueltas al tema y he sabido que Rodin concibió la figura del pensador para representar a Dante Alighieri, lo cual ha elevado mi espíritu, ya que Dante es alguien a quien tengo en gran estima, hasta tal punto que cuando nació mi hija, tuve claro el nombre que quería para ella:

Beatriz

Me parece maravilloso bajo todos los puntos de vista excepto que la mayoría de la gente, para mi descontento, le llama Bea.
Y ella está encantada de la vida, probablemente no conoce a Dante, por lo que no le da la menor importancia.

Ha sido un gran acierto haber cogido tres meses de vacaciones porque las necesitaba.
Junio ya pasó con el viaje a UK y digerir lo que aprendí, que fue mucho y profundo.
Julio acaba de empezar y todavía estoy con los asuntos médicos, eso es prioritario, no admite descanso, tal vez algún día, cuando haya reparadoras secuelas que dejaron en mi cuerpo las operaciones de la pierna y algunas otras miserias.

Todavía no ha empezado el buen tiempo, no he podido ir ni un solo día a la playa.
Ayer me compré un bikini ideal, justo de mi estilo, parece mentira que una persona tan maniática como yo, haya encontrado el bikini perfecto, me lo enseñó la vendedora nada más verme, como si lo tuviera reservado para mi.

Mis hijos estuvieron muy cariñosos conmigo, me dieron besos antes de salir por la noche, lo que para mi es motivo de alegría porque al contrario que en mi caso, ellos no están obligados a hacerlo excepto si les apetece, lo cual hace que sea una excepción que me pone contenta.
Hablo de mi caso, porque en mi familia era obligatorio dar un beso a mi madre al llegar y al marcharme de su casa.

Yo he dado muchos besos de Judas en mi vida y he procurado que mis hijos no tengan que cargar con ese peso.


Ayer alguien mandó un tweet en el que me preguntaba de donde saco los textos que publico, que por lo menos tendría que decir el nombre de la revista.





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