sábado, 29 de julio de 2017

CUATROCIENTOS TRECE







Otra vez he tenido una pequeña pesadilla justo antes de despertarme.
Por un lado no me importa, porque me siento feliz cuando me doy cuenta de que era un sueño y de que estoy viva, en mi casa, con cada cosa en su sitio.
No obstante me sentía un poco alterada, pero todo se ha resuelto inmediatamente cuando he puesto la televisión vasca mientras desayunaba y he visto un documental sobre Jorge Oteiza, que es una de las personas que más quiero de este mundo.
Hablaban de él algunos artistas y entendidos .
Sin lugar a dudas, el que más me ha gustado ha sido Néstor Basterretxea, a quien tuve la suerte de conocer personalmente en el museo del parque, en su magnífica exposición del año 2013 comisariada por Peio Aguirre.
Néstor era íntimo amigo de Jorge, a pesar de que reconoce que nunca llegó a conocerle del todo.
Pues bien, ha dicho que para él, Oteiza fue el genio más grande que ha tenido el arte vasco.
Me ha llegado al alma, yo pienso lo mismo.

Me siento afortunada de haber tenido la oportunidad de conocer a Jorge y haber estado con él, tanto en sus casas, como en la mía y en otros encuentros.
Siempre hacía que me sintiera mejor.
Jorge era energía en estado puro.

Una vez, Mattin me preguntó a ver si podría decir, qué se sentía cuando Jorge entraba en un lugar.
No vacilé.
Le contesté con seguridad rotunda y al momento:

Jorge llenaba el espacio.

Parece mentira, justo una persona que trabajaba en la desocupación del espacio y en conseguir el vacío, sin embargo él llenaba todo, no dejaba un solo hueco, tenía esa capacidad.
Siempre estaba vivo.



Ayer estuve con Mercé Freixas, la descodificadora catalana y me aclaró las ideas respecto a lo que me había pasado con mi sobrino Manolo.
Supongo que me habrá ayudado, pero me sentí y todavía me siento, un poco revuelta.
Los asuntos de familia suelen causar problemas, pero yo confío en ella y sé que sabe hacer su trabajo, así que estoy tranquila.

Luego me fui a El Corte Inglés a comprarme productos de cosmética y a las rebajas de Zara, donde encontré una chaquetilla negra encantadora, no sé cuando me la pondré, tal vez resulta demasiado elegante para el tipo de vida que hago yo.

En la zona de cosmética de El Corte Inglés vi unas dependientas guapísimas, altas, delgadas, blancas, muy maquilladas, vestidas de negro y con unos taconazos de catorce centímetros por lo menos.
Los uniformes de trabajo de las mujeres son terribles.
No voy a negar que al verlas tan guapas dan ganas de comprarse los mismos productos que ellas utilizan, pero debe de ser agotador estar así tantas horas…







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