domingo, 9 de julio de 2017

TRECIENTOS VEINTICUATRO







Cada vez más contenta por haber dejado de pintar.
Creo que ha sido una de las decisiones importantes que he tomado en mi vida.
Ya solo me queda deshacerme de los cuadros que me quedan.
La serie Akelarre ni siquiera ha estado expuesta.
A veces, cuando me invitan a exponer en colectivas, acepto y aún así, al envolver los cuadros con el papel de burbujas, me canso.
Empiezo a recordar todo el trabajo físico que implica una exposición y me alegro, una vez más, de haberme escapado de ese monstruo que es el arte, es como el cuento de nunca acabar, cada día más grande, con tantas adherencias que es imposible abarcarlo.

Yo era una niña a la que le gustaba la pintura y desde los trece años tomaba clases de óleo en Madrid y más tarde en Bilbao y ya después hice el grado, como dicen ahora, de BBAA, por lo que me dieron un título en el que se leía:

Profesora de Dibujo

Hice exposiciones en Bilbao, San Sebastián, Madrid, Berlín, Los Ángeles e incluso llegué a exponer en Australia.

Poco a poco me iba dando cuenta de que no conseguía lo que quería, que era vivir de la pintura, esa era mi ambición y el único sueño.
No pretendía la gloria.
Me conformaba con menos, pero no lo conseguí.
Tuve una época muy buena en Madrid, gané bastante dinero y como vino se fue.

Pasó el tiempo y al romperme la pierna y tener tiempo para pensar en mi vida, tomé la decisión de dejar de pintar.
Necesité tiempo y quietud para tomar esa determinación.
No fue fácil.
Había dedicado toda mi vida a la pintura.

Me quedé en blanco durante unos años.
Y sin darme cuenta, empecé a escribir.
Humildemente, desde abajo, sin creerme nada, asistiendo a un taller de escritura en Algorta, que hacía que me sintiera muy feliz.
Muy pronto comprendí que eso era lo mío.
Me refiero a no tener pretensiones, no desear nada excepto disfrutar y que me leyeran unos cuantos.
Así fue como publiqué dos novelas y también me di cuenta de que no me apetecía moverlas.
Eso es lo que me aterra, la parte comercial.

Así que ahora escribo mi diario todos los días. 
Nadie puede discutir conmigo puesto que soy la única que sabe lo que cuento.
De momento estoy entusiasmada.
Me gusta ser capaz de utilizar con propiedad mi lengua materna.
El castellano tiene una riqueza digna de dedicarle mi atención.








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