martes, 14 de febrero de 2017

CIENTO OCHENTA Y NUEVE







He de confesar que la experiencia de tener a más de cien mil personas visitando mi blog, me encantó.
Me sentía pegada al ordenador y pensé que me pasaría toda la noche mirando la bola del mundo llena de círculos blancos que venían de todo el planeta.
No obstante, al cabo de unos minutos de euforia, me aburrí y me fui a la cama, que es donde mejor se está cuando llega la noche.
Al día siguiente, ya había disminuido el entusiasmo de los visitantes y por consecuencia el mío.

El éxito es otro engaño y además, casi siempre pasajero.
Me quedo con la tranquilidad constante, solo alterada de vez en cuando por mis ímpetus acelerados.


Hoy es martes y otros asuntos requieren mi atención.
Mañana tengo una cita en Madrid con el profesor Álvarez de Mon y debo cerciorarme de que las plantas tengan el agua necesaria, ya que en mi ausencia nadie se ocupará de ellas.

María Seco se ha adelantado a mi cumpleaños y me ha regalado una rosa de Pitiminí.
Me dice que de momento no la cambie de tiesto, pero no sé si podré dejarla así, ya que las raíces están muy prietas y tienen exceso de agua.
Es una planta grande en un tiesto pequeñito, lo encuentro desproporcionado.
Además tiene tres flores de distintos colores, todos muy bonitos, asalmonados y dos capullos que florecerán pronto, presumo.

Al volver de Madrid tomaré decisiones.

Me pregunto qué harán en las floristerías para tener todas las plantas sanas y bonitas.
Tiene que haber algún truco que los demás desconocemos.


El libro “La meditación y el arte de la jardinería”, escrito por Ark Redwood, editado por Siruela, en el que el autor, jardinero jefe de Chalice Well, unos de los jardines más emblemáticos de Gran Bretaña, que forma parte de la red World Peace Gardens, nos guía a través de una meditación práctica, que puede conllevar el cultivo de las plantas.
Enseña a conectar con la naturaleza siguiendo las estaciones y se puede aprender cómo se debe tratar a las plantas, desde recoger las semillas hasta preparar el abono.
Todo ello tratando de poner toda nuestra atención en el presente, de manera que el cuidado de nuestras plantas resulte una meditación.
Transformando así algo que podría ser solo un trabajo, en un feliz encuentro con la divinidad.








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