sábado, 18 de febrero de 2017

CIENTO NOVENTA Y DOS







Sanchez Dragó diferencia entre un texto discursivo y uno que sea narrativo.
La diferencia, creo entender, se basa en que el discursivo es más bien una divagación sobre sus pensamientos y los de los escritores con quienes se ha sentido identificado, mientras que el narrativo se limita a contar los hechos tal y como él los recuerda.

Pienso en mi y en mi forma de escribir y mucho me temo que todavía no he llegado a separar mi discurso de mis acciones.
Tampoco sé si deseo hacerlo.
A pesar de que lo que escribo es un diario, que a la larga se va convirtiendo en autobiografía, hay ciertas intimidades que prefiero silenciar, por lo menos de momento.

¿Por qué?

Porque no quiero forzarme a contar ciertos asuntos que solo a mi conciernen.

¿Por qué afirmas eso de manera contundente?
A mi me interesa todo de ti, por eso te leo.

Podrían contestarme algunas personas que me siguen desde el principio con verdadero interés.

Mas yo sé que a pesar de que soy muy indiscreta, no es lo mismo charlar con una amiga, que escribir y publicar temas de índole personal, que pueden inducir a que algunos lectores se rasguen las vestiduras.
A pesar de que yo no tengo demasiado recelo para hablar de mis secretos, he observado que en general, a la gente le cuesta hablar de temas personales.
Es raro que lo que me cuentan me llame la atención, no soy nueva en este mundo.

Dentro de mi hay dos lobos, uno bueno y otro malo y siendo como soy un ser humano normal y corriente, a veces he alimentado al malo y sé lo que he sentido.
Como decía Terencio:

Nada humano me es ajeno.

No soy una persona impresionable.
Yo misma, a veces, cuando me dicen:

¡Que barbaridad lo que ha hecho tal o cual persona!
¿Qué opinas, Blanca?

Me callo, pero lo que de verdad me apetece contestar, es:

Soy la persona menos indicada para juzgar.
He hecho cosas bastante peores.
O mejores, no sé, mejor cambiamos de tema y hablamos de literatura…

La verdad es que la mayoría de la gente con la que me relaciono me conoce y sabe lo que me interesa.

Intento no meterme con nadie y elijo a mis amigos.
Soy selectiva de nacimiento.
Me paso la vida eligiendo, rara vez hago algo al buen tuntún, incluso soy capaz de elegir hasta entre dos garbanzos.
Nada me da igual.

A veces miento por tonterías para que no haya altercados.
Ejemplo:
Cuando vivía en Los Ángeles y me preguntaban en la universidad qué clase de comida me gustada, contestaba sin dudarlo:

California cuisine.

No era verdad, pero de pequeña me enseñaron que “donde fueres haz lo que vieres” y lo contemplo a rajatabla.

Todo menos complicarme la vida.




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