viernes, 10 de febrero de 2017

CIENTO OCHENTA Y CINCO







Cuando me hablan de familias que se enfadan por problemas de herencias me quedo pensativa, dando vueltas a la cabeza sobre si merece la pena enfadarse con la familia.
A mi no me gusta la idea de estar enfadada con mi familia, considero importante tener una buena relación, aunque a veces no me quede más remedio que aceptar algunas cosas que no me gusten demasiado.
Doy importancia a mi familia.
Antes tenía padres y muchos hermanos, pero poco a poco han ido desapareciendo y ya quedamos pocos.
Estaba acostumbrada a tener tanta familia que me parecía exuberante, nunca pensé en que llegaría un momento en que solo quedaríamos cuatro hermanos.
Casi sin darme cuenta se han ido muriendo, nos hemos hecho mayores y ya estamos en un terreno, en el que nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos son los que tienen la vida por delante, los verdaderos protagonistas.

A veces me viene a la cabeza lo que solía decirme mi madre los últimos años de su vida:

Blanca, tu todavía estás en un edad en la que se supone que no piensas en la muerte, pero yo vivo con un techo encima de mi, que cada vez se acerca más.
¿Lo entiendes?

Si, claro que lo entiendo

¿Qué le iba a contestar?
No es mi estilo decir ese tipo de cosas que dice la gente ante algo que es evidente, como por ejemplo.

"Pero mamá, tu estás fenomenal, no tienes que pensar en esas cosas".

O lo que le decía Antonia Gondra a su hermana Juanita, sentada en su silla de ruedas cuando se quejaba:

Pues ya sabes lo que tienes que hacer: 
Rezar, eso es lo que tienes que hacer, Rezar.

Y Juanita lloraba y no rezaba, porque los rezos no le ayudaban a levantarse de la silla y andar.

Yo era incapaz de decirle nada a mi madre, me quedaba en silencio y le dejaba explayarse sobre su seguridad en que iría al cielo.

Yo seguía callada y me preguntaba si de verdad existe el cielo.
Prefiero pensar que el cielo está aquí y hay que aprovechar la oportunidad ahora que estamos vivos.

Hablan mucho de la vida después de la muerte, pero yo solo sé que de momento, con lo único que cuento es con la vida que es maravillosa y me da todo lo que necesito para disfrutar cada momento, ya que es único.


Paseaba un día por las Arenas con Ramón Icaza, un amigo al quise mucho y se fue y me decía:

Blanca, la vida no es un ensayo, es real, hay que ser consciente de que la función ya está en marcha.


Se me quedó grabada esta frase tan lúcida y profunda.




No hay comentarios:

Publicar un comentario