domingo, 26 de febrero de 2017

CIENTO NOVENTA Y NUEVE







Tengo la curiosa sensación de que hay un poder en la sombra, que está impidiendo que se haga publicidad sobre la huelga de mujeres, prevista para el 8 de marzo, día de la mujer trabajadora.
Bien es verdad que todavía falta una semana, no obstante, considero que para un evento tan importante y además mundial, tendríamos que estar, no solo informadas sino mentalizadas para lo que se avecina.
Ayer hablé con María Seco, que es feminista pro activa y no sabía nada.
Dado que las mujeres no tenemos una estructura establecida, lo realmente importante es que creemos redes entre nosotras, lo cual se hace hablando, comentándolo con las mujeres con las que nos relacionamos.

Me temo que cuando a alguien no le conviene que la gente se entere de ciertos asuntos, hay maneras de conseguirlo.
Sin ir más lejos, el episodio del carrito de limpieza en el Guggenheim Bilbao, ha pasado a la historia como si hubiera sido un “bulo alucinante”.
No ha sido difícil.
Han utilizado un periódico de humor, como fuente responsable de la noticia.


Comienzo a leer con entusiasmo un artículo sobre las plantas, en el que se cuenta que están unidas por un internet de hongos bajo tierra gracias a lo cual se ayudan entre sí.
Me hace pensar en las mujeres, en el bien que nos haría crear esa red entre nosotras.
Sentir que estamos apoyadas, que no estamos solas para resolver problemas que parecen irresolubles, porque cuando alguien decide quejarse la respuesta que encuentra es:

Las cosas son así.
Así se han hecho toda la vida y no vas a pretender que porque a ti no te gusten, se van a cambiar.

Personalmente estoy muy agradecida a aquellas mujeres sufragistas que gracias a su lucha incansable sin ningún apoyo, hoy yo tengo derecho al voto, al aborto, al divorcio, a casarme con una mujer si lo deseo y aún así, todavía queda mucho por hacer.
No tengo que hacer demasiado esfuerzo para imaginarme la vida de las mujeres de la generación anterior a lo mía.
No quiero seguir porque me entristece pensar lo desvalidas que estamos las mujeres.



En vista de lo cual y dado que la primavera está al llegar, he sacado las plantas a la terraza para que tomen el sol y se aireen.
Las únicas que he dejado dentro de casa, son las que están en mi cuarto, ya que la lavanda está preciosa, huele bien y me ayuda a dormir.
He de confesar que nunca había dormido tanto ni tan bien, que desde que puse esa bendita planta enfrente de mi cama.


Recuerdo que siendo una niña, a veces acompañaba a mi madre a un vivero cerca de Durango, con el fin de encargar lo necesario para el jardín y la huerta de Santurce y yo me metía en el invernadero y allí me sentía feliz.
Me parecía que estaba en la casa de las hadas, todo era tan bonito, cerrado con cristal, ajeno a lo exterior, protegida de toda maldad, disfrutando de los vapores.
Siempre me han fascinado los invernaderos.
Incluso los grandes, los de plástico llenos de tomates o pimientos, por dentro, claro.










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