Me he levantado compungida pensando en las dificultades que tuve ayer con el diario y me he encontrado con los comentarios de mis seguidores dándome ánimos que me han alegrado la vida, me siento muy agradecida.
Expresarme y comunicar lo que siento es algo que siempre he necesitado, desde que era pequeña he querido establecer diálogo con las personas de mi entorno a través de la palabra hablada o escrita, de la pintura, de los gestos, cualquier cosa me parecía válida para manifestarme.
Lo malo que tiene hablar con algunas personas es que a veces dicen tonterías, por ejemplo hoy Pizca me ha contado que una amiga suya le ha dicho que a los que estamos vacunados nos quedan tres años de vida.
Creo que hay que tener mucha fuerza de voluntad para salir indemne de la pandemia y de las circunstancias adversas que a veces nos trae la vida, además de confianza y recordar que a pesar de los momentos difíciles, seguimos respirando y disfrutando.
Yo tengo setenta y cinco años y no tengo fuerza ni para comer un pirulí.
He leído una crítica que hizo Rita Molina sobre mi libro "El esfuerzo precede a la satisfacción" y me han dado ganas de publicarlo otra vez en Amazon, ahora con Triunfa con tu libro y con la ayuda de Ana Nieto Churruca.
Estoy despistada, lo cual significa que haré caso de lo que decía Teresa de Jesús:
"En periodos de turbación que no haya cambios"
Así me lo enseñó Cala Ampuero hace mucho tiempo y aunque ahora comentan que lo dijo San Ignacio de Loyola, hago caso a la santa que tanto trabajó y eso que mi madre me dijo que éramos descendientes de san Ignacio, lo cual me lleva a pensar que somos descendientes de hombres que no estaban casados porque por parte de mi padre somos descendientes del general Zumalacárregui, así que en el fondo no sé de donde vengo, por lo menos sé a donde voy, lo cual me tranquiliza.
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