Llevo unos días difíciles, no sé exactamente qué me pasa pero no estoy centrada.
Todo empezó el sábado, salí a comer con una amiga, muy contenta porque hacía tiempo que no la veía y a las dos nos encanta comer bien fuera de casa y charlar.
Fuimos a un lugar que tenía unas criticas muy buenas pero todo era mentira.
Para empezar yo me dejé llevar y pedí algo que no me convenía y además, de esto me he dado cuenta más tarde, el ambiente en general no tenía buena energía.
Me sentó mal y por la noche me costó dormirme, ayer pasé un día malo y hoy estoy un poco mejor pero sigo fastidiada.
No encontrarme bien me afecta a la cabeza por lo que ni siquiera sé cómo manejar el ordenador, me ha mandado un mail Belén, la chica que me pasa a Word los diarios y me ha hecho ver que tengo que seguir metiendo más capítulos, lo cual no es un problema, sé lo que tengo que hacer pero me está costando, ahora necesito tener paciencia, tranquilizarme y dejar de dudar.
De repente me pongo nerviosa y pienso que la idea de publicar el diario es un disparate, que me resulta mil veces más fácil escribir una novela como las que escribí en su día, lo del diario es más complejo, más profundo, me resulta peliagudo porque tengo que volver a lo que escribí el año dos mil dieciséis que es cuando lo empecé y a partir de ahí organizar lo que me parezca más adecuado, descartar lo que carezca de interés y volver a ponerme en la rutina que ya había establecido.
Ese es mi problema, que algo que en condiciones normales me parecería fácil y agradable, se me ha complicado y casi no sabía por donde empezar por lo que he visto un capítulo de Scott y Milá y me he tranquilizado, por lo menos me he sentado delante del ordenador y escribo mi situación.
Hay que ser humilde para decirle al diario lo que me sucede cuando no estoy en mi mejor momento.
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