lunes, 1 de febrero de 2021

CUATRO MIL DOSCIENTOS TREINTA Y TRES

 




Cada día me parece más importante la estética de las acciones cotidianas, emplearla en todo aunque parezcan menudencias, dejan de serlo en el momento en que trato de utilizar la excelencia, también considero relevante pararme ante aquello con lo que me identifico, por ejemplo ahora que llevo una temporada leyendo a Knausgård cuyo texto es autobiogáfico, de repente hay momentos en los que me quedo petrificada y repaso lo que acabo de leer y es porque ha dicho algo que es casi lo mismo que lo que me sucede a mí, aunque tal vez él sea un poco más exagerado.

Ayer leí que le horroriza cualquier lectura de ficción, que le produce náuseas, me pareció excesivo no obstante lo que me pasa es similar, en vez de náuseas me deja fría, tan fría que me impide sentir algo que no sea un aburrimiento inconmensurable, valoro mucho mi tiempo y en qué lo utilizo, trato de no poner mi atención en algo que no eleve mi espíritu, por lo menos, lo intento.

Vi una película que me gustó, me interesó y me hizo pasar un rato muy entretenido, se llama La excavación, basada en hechos reales, producida con auténtica sensibilidad y elegancia, además como se trata de un tesoro arqueológico, incluso se puede ver en el British Museum de Londres, basado en el libro del mismo título escrito por John Preston, cuyo descubrimiento está considerado como el Tutankamón británico.

Los escritores suelen ser un poco exagerados, Ramón Irigoyen publicó en Facebook que cuando ve una falta de ortografía, es como si le amputaran un brazo.

Siempre me ha gustado la palabra hablada y escrita, en todos los idiomas y cuando empecé a escribir en serio, comprendí que me había enamorado de mi lengua materna y al mismo tiempo que me produjo una alegría inmensa, comprendí que iba acompañada de cierto sufrimiento, porque no todas las personas que hablan en mi entorno ponen el mismo entusiasmo.

Cuando yo tenía once años mi hermano Carlos tenía dieciséis y se me quedó grabada una frase que usaba a menudo: 

Se trata de hablar con propiedad

En aquel momento comprendí que yo también quería hablar con propiedad y ahora más que nunca siento lo mismo, lo cual no excluye que me encantaría ser simple porque detesto la pretensión y me considero minimalista en todos los sentidos de mi vida.








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