viernes, 5 de febrero de 2021

CUATRO MIL DOSCIENTOS TREINTA Y CINCO

 




Por fin he podido ver la película de Francisco Umbral, me ha escrito rápidamente Pilar Serrano para decirme que ya estaba en Filmin, no tengo por costumbre ver cine por las mañanas, no obstante ante algo tan esperado no he resistido la tentación y he dejado todo lo que tenía entre manos y he decidido darme el placer de disfrutar con uno de mis escritores favoritos.

Ha habido un momento en que me he sentido afectada, cuando muere su hijo y he decidido dejar el resto para la tarde.

Me ha gustado a pesar de que considero que de un personaje y literato tan brillante podían haber producido algo bastante más resplandeciente, aún así estoy contenta, lo esencial está claro incluso en la lápida del cementerio, estoy demasiado acostumbrada a codearme con culturas que no tienen reparos en alzar a las alturas a sus artistas, algo que en mi país, tal vez porque hay muchos, no se estila demasiado.

A mí también me gustaría que me incinerasen cuando me muera y que me entierren en plan civil, no quisiera que me hicieran un funeral católico, hace tiempo que dejé de interesarme por esa religión y por las demás.

Cuando devoraba las columnas de Umbral y me sentía identificada con algunas de ellas, recuerdo en qué detalles me quedaba colgada, pequeñeces en las que veo el alma de las personas.

Por ejemplo, cuando exponía en Madrid en la Galería U98 que estaba en Serrano, al lado de Adolfo Dominguez, me daban tanto dinero que me entraban ganas de gastarlo y se me ocurrió entrar en esa tienda cuya ropa no era de mi estilo, aún así que me metí allí, nadie me hizo caso, podría decir que me trataron mal pero mentiría porque creo recordar que ni me trataron, así que me compré un tres piezas rosa palo de hilo, bien cortado y me largué con ganas de irme a París, que es donde mejor me arreglaba cuando quería vestirme bien.

Al día siguiente Umbral escribió sobre esa tienda en la que había tenido una experiencia similar a la mía.

En otra ocasión habló de María Barranco a quien no conocía pero se había dado cuenta de que era maravillosa, me había pasado lo mismo la primera vez que la vi en una película de Almodóvar, así que algo teníamos en común.

Por otro lado, Angel Antonio Herrera, uno de mis poetas favoritos era amigo y fan de Umbral y eso también me ata a él.

Le he recomendado Anatomía de un dandy a mi hijo Jaime que era entusiasta de sus columnas, tenemos gustos literarios en común, eso une bastante aunque en otros asuntos estemos a años luz de distancia.

A pesar de que tengo por costumbre no usar negritas, hoy he decidido cambiar, en homenaje a Francisco Umbral, es lo menos que puedo hacer en agradecimiento a tantos momentos de entusiasmo que me ha proporcionado a lo largo de la vida.

Me he comprado el libro de sus columnas pero he estado tan ocupada los últimos días que todavía no he podido disfrutarlo, sé que me espera y eso me hace feliz.






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