Confío plenamente en el valor de la constancia, creo que todo lo que se hace con regularidad consigue un poder intrínseco, aunque no se alcance la perfección.
También creo, por experiencia propia, que cuando, por más que me empeñe en aprender a hacer algo que no me gusta nada y para lo que no tengo facilidad, por más que lo intente llega un momento en que no tiene sentido insistir, a no ser que sea un asunto de vida o muerte, lo digo porque me ha pasado con algunas materias, una de las cuales, la descriptiva, asignatura importante de Bellas Artes, no me entraba en la cabeza, me suspendían una y otra vez, me pasé un verano entero yendo a una academia de Neguri y otro tomando clases particulares con Luis Ignacio Arana, catedrático de la escuela de ingenieros, no obstante era como pedir peras al olmo, hasta el profesor se daba cuenta de que era negada, e hizo como que no se enteraba, cuando conseguí que un compañero me hiciera el examen de septiembre, lo entregué y saqué sobresaliente.
No solo me pasó en esa ocasión, también con el golf hice mucho esfuerzo, pero era menos importante.
No me gusta la idea de tirar la toalla, aún así hay veces en que es preciso utilizar el sentido común y aceptar que es mejor esforzarse en algo para lo que se tiene cierta facilidad.
También me costó mucho, muchísimo aprender inglés, en ese caso era tan importante que hice un esfuerzo inconmensurable y con una perseverancia ilimitada lo conseguí, justo ahora se me ha olvidado debido a las secuelas de la leucemia, ante algo así no puedo hacer nada excepto aceptarlo y tomarlo con calma como tengo que tomar los achaques que vienen con la edad, no puedo luchar contra una adversidad que no tiene arreglo, solo puedo reconocerla y aprender a vivir con ella y llevar una vida más tranquila.
Lo que tiene verdadera importancia es seguir aprendiendo, eso es lo que da sentido a mi vida y puedo disfrutar, ya que en definitiva es para lo que he venido a este mundo.
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