sábado, 27 de febrero de 2021

CUATRO MIL DOSCIENTOS CINCUENTA Y UNO

 




Cuando de repente, sin esperarlo, se me ofrece el regalo de ver una película buenísima casi me emociono, eso es justo lo que me ha pasado hoy con "El artista anónimo" finlandesa, con momentos de tanta belleza que casi me hacía daño.

He sentido que no he podido apagar la llama que todavía está encendida en mi interior, la pintura todavía forma parte de mi mundo, cualquier estilo, el arte está dentro de mí, puedo disfrutar sin ser yo quien pinte, eso es lo de menos, lo importante es la pasión que siento cuando entro en ese territorio.

He pasado un buen día, casi ni pienso en que las cosas han cambiado, simplemente vivo cada instante de la mejor manera posible, no hago comparaciones ni me planteo lo que haría en otras circunstancias, saco partido a lo que la vida me depara y lo agradezco.

He ido a la playa de Atxarabiribil, también llamada El Peñón, es la última que hay en Sopelana, la marea estaba tan alta que las olas tapaban la arena, ha hecho una tarde maravillosa, el sol empezaba a ponerse y algunas nubes se teñían de amarillo, he hecho videos y he sacado fotos, allí se puede estar sin mascarilla porque hay poca gente y todos están muy separados.

Al llegar a casa, antes de poner la película, he ido a cerrar la persiana de mi cuarto y me he encontrado en frente de mí con la luna redonda, me ha impresionado, justo hoy que la he visto le tocaba ser luna llena.

La vida en sí misma es magnífica y más todavía cuando se tiene la oportunidad de que surjan momentos poéticos, únicos e irrepetibles.

Mientras veía la película me acordaba constantemente de los dueños de Subastas Bilbao, que son los que se encargan de vender mis cuadros por lo que les he mandado un Wasap con la recomendación de que la vean, estoy segura de que les puede gustar mucho, ellos también están enamorados de la pintura.








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