sábado, 12 de marzo de 2022

CUATRO MIL QUINIENTOS TREINTA Y OCHO

 





Siento como si los diarios de Andy Warhol estuvieran succionando mi cerebro, me fascinan, hablo de ellos y los recomiendo, no obstante me invade una tristeza que deja un poso oscuro en mi interior y deseo que se pase y volver a estar en mi estado natural que es mucho más alegre.

No está mal, supongo que será natural que me pase con una persona tan especial como Andy pero prefiero la sensación que me dejaba Jorge Oteiza cuando estaba con él un rato, era mucho más limpio y reconfortante.

No sé por qué me ha dado por hacer esta comparación, me ha salido de repente y es la verdad, solo por este motivo creo que merece la pena escribirlo.

Lo que cuento no me impide decir que la serie es hipnotizante y de repente recuerdo que ayer leí un artículo escrito por Jose Luis Merino en el que habla del libro que cuenta la historia de la desaparición de la escultura de Richard Serra en el Reina Sofía y se acuerda de que fue él quien le presentó a Oteiza y hablaron un rato y Serra dijo que Oteiza era el mejor escultor del mundo, me encantó leerlo.

Ahora me retiro, me voy a la cama y mañana seguiré viendo la serie, no sé cuánto dura ni si empieza o termina, no me importa, la veo, saco mis propias conclusiones y a patinar, no hay más que hablar.




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