viernes, 27 de noviembre de 2020

CUATRO MIL CIENTO OCHENTA

 




Me sorprende cuando la gente se empeña en decir que las personas no cambian, solo necesito recordarme cómo era yo antes y cómo soy ahora.
He pasado de ser la persona más precipitada del mundo, con prisa para todo, yo creo que tenía prisa hasta estando dormida y ahora me veo tan tranquila, puedo disfrutar cuando me dicen que espere, el único problema es que necesito una silla, porque no puedo estar quieta de pie debido a mi rodilla.
Un amigo que me conocía bien, Martín Riquelme, me dijo un día:

Tu problema no es que tengas poca paciencia, es que todavía no la has estrenado.

No pude rechistar porque tenía razón, yo misma me daba cuenta de que era incapaz de estar quieta, callada y sin hacer nada.
Cuando pedí a Prem Rawat que me revelara las técnicas del conocimiento que él imparte, pensé que jamás podría llegar a estar quieta tanto tiempo, pero él dijo que confiara y así llevo casi cuarenta años, meditando todos los día y cada día experimentando más y mejor.
No puedo negar que sigo poniéndome nerviosa, pero en seguida me doy cuenta y me domino, o por lo menos lo intento y me da mucho gusto relajarme y dejar de preocuparme por cosas que no tienen la menor importancia.
También he aprendido que el tiempo es el gran bibliotecario que pone cada cosa en su sitio, de ahí que la paciencia sea la madre de la ciencia.
Santa teresa decía que la paciencia todo lo alcanza y no me queda más remedio que estar de acuerdo con ella.
Yo sigo haciendo mi pequeño esfuerzo en las ocasiones que la vida me presenta y poco a poco noto que voy cambiando y me voy tranquilizando.








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