domingo, 1 de noviembre de 2020

CUATRO MIL CIENTO CINCUENTA Y CINCO

 




Nada como hacer caso al instinto, sobre todo un domingo más bien denso, en el que la ligereza no me ha llegado hasta las cinco de la tarde, hora en la que me he sentido en plena forma y he seguido las apetencias de mi intuición.

Llevaba varios días tan divertida con las últimas series y películas, que sentía una especie de pánico de no encontrar sustitutas para la última hora, momento en la que ya cansada y satisfecha de un día pleno, me medio tumbo en el sofá y viajo por mundos que no son el mío, es como salir del confinamiento durante un buen rato tras el que, al terminar, vuelvo a mi casa y me la encuentro calentita, preparada para recibirme con todo lo que me gusta y me hace feliz.

Estudiar las críticas de los cinéfilos amateurs tiene la ventaja de que se aprende demasiado porque son intelectuales, hablan de cine del bueno, son muy exigentes y no engañan, nadie les paga por hacerlo, así que a pesar de que me apetecía ver Emily in Paris desde que vi el trailer, no estaba segura de hacerlo, no obstante me he tirado a la piscina y he pasado una tarde deliciosa en París, que es la ciudad que más me gusta del mundo, oyendo hablar inglés de Chicago, ciudad que me fascina, así como un magnífico francés.

Todo ha resultado encantador, ya solo me falta hacerme las friegas corporales y meterme en la cama, no sin antes leerme un capítulo por lo menos, del libro en el que encuentro la pieza que me falta para completar un día perfecto.







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