lunes, 2 de noviembre de 2020

CUATRO MIL CIENTO CINCUENTA Y SEIS

 




A veces me resulta difícil tratar con algunas personas, sobre todo con las que más me conocen, las demás no conocen mis manías=reglas y no me queda más remedio que ser paciente con ellas hasta que las aprendan.

Una de las más notables y que cumplo a rajatabla e intento decirla antes de que la posible amistad se eche a perder, es:

No me cuentes nada que no quieras que lo cuente yo después, ahora ya lo sabes, es muy sencillo, cuando te apetece muchísimo contarme algo que te parece interesante, simplemente me preguntas

 ¿eres capaz de guardar un secreto que me gustaría contarte ? 

Casi seguro que te diré que no, o sea, no se te ocurra contarme nada que no quieras que yo lo cuente, si no me interesa, no me apetece que me lo cuentes y si es tan interesante como tu crees

 ¿te parece justo que yo haga el supremo esfuerzo de meterlo en mi caja fuerte y mantenerlo ahí toda la vida, yo, que soy capaz de contar cosas inconfesables? 

Lo saben todas mis amigas y también saben que casi siempre, solo casi, soy capaz de discernir entre lo que debo y no debo contar de la gente, también se callarme y no me gusta hacer daño.

La mayoría de la gente es incapaz de no contarme algo que creen que me puede interesar e insisten para que me comprometa a callarme pero soy firme, no suelo caer en la tentación de aceptar el trato y alguna vez que han insistido ha resultado un fraude, es muy difícil que algo me resulte tan interesante sobre todo desde que murió Cala Ampuero con quien tenía mucha confianza, conocíamos a la misma gente y nos reíamos de las mismas cosas, porque nos importaba muy poco el qué dirán, más bien nos divertíamos cuando nos enterábamos de los comentarios que hacía la gente sobre nosotras.

Todavía hoy en día tengo alguna amiga que me cuenta algo corriente, como por ejemplo que alguien tiene Coronavirus y al despedirse me dice:

No se lo digas a nadie, por favor.







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