jueves, 17 de enero de 2019

DOS MIL SEISCIENTOS SEIS







Leí un autorretrato de Cervantes y me dio la idea de escribir el mío.
Cuando era pintora me hice algunos autorretratos. 
Para hacerme un autorretrato del natural, puse un espejo al lado del caballete, me miraba y me limitaba a copiar lo que veía: mi rostro. Trataba de aislarme, de no pensar que la modelo era yo misma, por lo que no intentaba hacerme más guapa ni nada por el estilo, simplemente jugaba con el dibujo, las luces, las sombras y el color.
El resultado que recuerdo era una especie de caricatura que demostraba que me reía de mí misma.
También pinté un cuadro muy grande, de cuerpo entero a partir de una fotografía en la que estaba desnuda. No que quedé contenta, creo que lo tapé, quedó el pentimento.
Hace tiempo que me dejaron de gustar los retratos al óleo, prefiero las fotos.
















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