lunes, 26 de diciembre de 2016

TREINTA Y NUEVE







Llego a casa después de la clase de escritura y me doy cuenta de que no he escrito mi diario.
Eso no me gusta.
Poner a la navidad como disculpa para no hacer lo que considero prioritario me envilece.

Reconozco que las fotos ocupan mi tiempo de una manera tal vez excesiva, mas eso no me sirve de excusa para relegar la escritura, que es mi tarea primordial, sobre todo cuando se trata de un diario.




Estoy tratando de aprender a diferenciar el significado del inconsciente y el subconsciente.
Al verlo en internet me parece que lo entiendo y sin embargo cuando quiero explicarlo me siento patosa y eso es porque no lo tengo claro.

Freud y los seguidores del psicoanálisis rechazaron hablar del subconsciente porque según ellos se prestaba a equívocos metodológicos.
Para ellos es más correcto hablar del inconsciente, porque se refiere de modo más preciso al contenido mental que se encuentra fuera del conocimiento de la persona, oculto, escondido, que escapa de la conciencia y que está constituido por contenidos reprimidos (recuerdos, experiencias, sentimientos, etc.).



Por lo que voy entendiendo a través de la biodescodificación, al inconsciente se le engaña con facilidad, aunque no me atrevería a usar esa palabra si estuviera conversando con eruditos.
Me quedaría callada y escucharía con atención, ya que oír hablar a alguien de algo que desconoce y hacer como que me interesa, me parece patético, además de muy aburrido.
A veces lo hago por educación y porque me resulta violento interrumpir a una persona cuando está enfrascada en su propia conversación, por eso cada vez salgo menos, porque no me apetece esforzarme y actuar como una hipócrita.



Hoy en día no requiere demasiado esfuerzo poner los puntos sobre las íes.

Se googlea y se sale de dudas.





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