sábado, 3 de diciembre de 2016

CIENTO QUINCE








Casi siempre la vida me ofrece lo que me conviene en cada momento.
Ahora por ejemplo, que estoy tratando de ordenar mis asuntos, tanto materiales como los que tengo en mi cabeza, me han invitado a presentarme a un concurso de fotos japonés, en el que el fin principal no es que la foto tenga una técnica perfecta, sino algo diferente.
Me ha gustado la idea, así que no me queda más remedio que empezar a ordenar las fotos que tengo en el ordenador, comenzando por desechar las que no me interesan.
Algo que ya tengo claro en lo que respecta al orden, es el comienzo.
El primer paso, me guste o no, consiste en retirar lo que no sirve.
Ayer empecé.
No trabajé demasiado y sin embargo, hoy he notado que mi ordenata está más despejado.

Me he pasado la mañana intentando deshacerme de fotos, pero cuando veía las que me gustaban, me paraba y las editaba porque tengo la sensación de que este concurso, que es libre y abierto a diferentes interpretaciones, ofrece la posibilidad de trabajar las fotos como obras de arte, olvidándome de la técnica.
Mi interés en participar en este concurso no es ganar, estoy muy lejos de pensar en eso, sino en aprender de una vez por todas, a tener mis archivos ordenados y saber donde tengo las fotos.

Los premios, aparte del primero que es un millón de yenes, son cámaras Olympus.
Desde que puedo sacar fotos y videos con mi iPhone ya no uso las cámaras, me gustaría venderlas.




Al ver tantas fotos, he encontrado unas que les hice a mis hijos en casa cuando estaban a punto de ir a la boda de su hermanastra y estaban tan guapos que no he podido resistirme y las he puesto en FB.
Han tenido un éxito apoteósico e inmediatamente Jaime me ha mandado un Whatsapp desde Bali diciéndome que prefiere que no cuelgue sus fotos.
Beatriz me ha dicho algo parecido y ya sé que Mattin me lo prohibió en su día.
Lo de Beatriz me parece normal porque ella es así, pero en el caso de los chicos es un poco tonto que no quieran que yo cuelgue sus fotos, cuando ellos se cuelgan a sí mismos constantemente.
A Jaime le he visto millones de veces escribiendo o leyendo con su jarra de cerveza al lado y no hay lugar a dudas de que yo le saco mucho más guapo, que las que le sacan otras personas.
Respecto a Mattin, el asunto es todavía más ridículo, ya que he escrito su nombre en Google y han salido 905.000 resultados y muchas imágenes.
Es un personaje público que hace conciertos, performances, da conferencias, le hacen entrevistas y sale en revistas y periódicos a menudo.
Jaime hasta hace unos años jugaba al golf en alta competición y salían sus fotos en las revistas e incluso en la televisión.

Ya sé que mi problema como madre no es grave, mis hijos se portan bien y no me dan disgustos, solo cositas como lo de FB.
No me puedo quejar.
Para mi sería tremendo tener un hijo torero o que hiciera deportes de riesgo o cosas peores de las que prefiero no hablar.








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