sábado, 10 de diciembre de 2016

CIENTO VEINTIDOS







Recuerdo que Jose Luis Merino decía:

Escribo para que me quieran.

Lo pienso un poco y me doy cuenta de que yo no escribo para que me quieran, o por lo menos no es eso en lo que pienso cuando escribo.
Más bien me interesa encontrar personas afines a mi.
Eso es lo que de verdad me estimula.

Lo que significa que podría cambiar la frase de Merino por otra que sería:

Escribo para que me lean.

Esta frase sí que explica lo que siento cuando escribo.
Me encanta que me lean y encontrar personas que se sienten identificadas con mis propuestas.
Me sorprende cuando veo que cada día me leen casi cuatrocientas personas y sobre todo me exalto, cuando me dicen que tienen emociones parecidas a las mías o que opinan lo mismo que yo sobre temas controvertidos.

Por eso trato de profundizar en mi, en lo que me acerca a mis semejantes.
Me gusta saber que no estoy sola en este mundo y es al ahondar en mi interior donde me encuentro con la gente.




He viajado mucho y en todas partes he encontrado personas que tenían o habían tenido exactamente los mismos problemas que yo con sus padres, con la religión católica, con sus maridos y con sus hijos.
En definitiva, con su propia vida, con el acontecer cotidiano.

Tanto en Australia como en Japón o en isla Mauricio, por citar lugares lejanos que al final es lo mismo que hablar de Barcelona o Portugalete.
Yo era la primera sorprendida al verme charlando con mujeres que acababa de conocer y estábamos manteniendo las mismas conversaciones que tengo en Getxo.
Me entraba la risa.



Cuando oigo a mi hijo Jaime decir:
Es que aquí las chicas son…
No le dejo seguir, porque yo he visto que aquí y allí, las relaciones entre los hombres y las mujeres son muy parecidas.
Difíciles y problemáticas por defecto.


García Márquez decía:

El escritor escribe su libro para explicarse a sí mismo lo que no se puede explicar.

Todos queremos expresarnos, comunicarnos, gritar lo que pensamos, lo que nos alegra y lo que nos preocupa, en definitiva, cantar las glorias de la vida.








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