martes, 6 de diciembre de 2016

CIENTO DIEZ Y OCHO








Cada vez que se me presenta la oportunidad de decir que no, generalmente a una invitación para un acto social, por pequeño que sea, me entra una especie de malestar, una preocupación que no me deja tranquila hasta que hago de tripas corazón y digo no.
En el momento en que digo que no voy a ir, empiezo a sentirme mejor, respiro más hondo y me tranquilizo.
A pesar de que llevo muchos años sin asistir a actos sociales, algo en mi se siente obligada, a pesar de que ya sé que ni soy imprescindible, ni la vida va a cambiar su curso porque yo me quede en mi casa tranquila y sin embargo, sigo teniendo esa cosa que me metieron dentro desde que nací.
Mi madre decía que hay ciertas cosas que tienen que hacerse porque si.
Hay en mi algo natural que no acepta que las cosas sean porque si, necesito saber el porqué y entonces seré yo quien decida si son importantes o no.

A veces me llamaba por teléfono para decirme que se había muerto alguien, para que me sintiera obligada a ir al funeral y lo pasaba mal, tanto si iba como si no.



Prefiero vivir al margen de los actos sociales.
Prefiero quedarme en mi casa ordenando las fotos.
Prefiero que me dejen en paz.





Desde que trabajo con el nuevo iMac tengo la costumbre de llamar a Apple cada vez que necesito saber algo.
Es una gozada.
No solo porque me ayudan a hacer lo que necesito sin volverme loca, sino que resulta muy agradable hablar con personas latinas, que tienen voces dulces y son más amables que las españolas.
Es un verdadero placer hablar con ellas.
Y si son mujeres, mejor todavía.
Creo que tenemos mucho que aprender de los latinos.
Además, como algunos ratos tenemos que esperar a que el ordenador trabaje solo, suelo entablar conversación con la persona que me atiende.
Están diseminadas por el mundo.
Ayer, por ejemplo, hablé con una chica de Costa Rica y me dijo que el tiempo allí era espléndido pero con viento y hoy he hablado con una española que estaba en Grecia y ya sabía que en España es fiesta.
Me encanta tratar con gente de todo el planeta.



Por otro lado hablé con mi hijo pequeño que todavía está en Beirut y me contó que había hecho una presentación de su trabajo y que había tenido éxito a pesar de que la gente que estudia en la universidad americana que es donde él se encuentra, tienen una formación académica y no están tan acostumbrados al tipo de performance que hace él, como la gente de Berlín.
No obstante asistió bastante más gente de lo habitual, aunque algunos se marchaban al no entender de qué se trataba.


En general, en este tipo de eventos, es buena señal que la gente se vaya.







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