lunes, 12 de septiembre de 2016

CUARENTA








Ya he vuelto a la normalidad, aunque solo aparente, porque sigo pensando en la playa y al mismo tiempo tengo que acoplarme a las clases de Pilates, escritura y natación.
Algunos días no me quedará más remedio que renunciar a mis maravillosos baños en el Cantábrico, pero no faltar a clase es algo que forma parte de mi ADN y me alegro. 
Me educaron en una disciplina férrea, de la que me salí en cuanto tuve la ocasión, pero más tarde he vuelto a ella de una manera más tranquila y sin rigidez.

Ayer estuve en la playa y fue maravilloso el contraste con Madrid, tan seco y sin mar.
Luego volví a casa y estuve recogida, disfrutando de estar conmigo misma después de tantos alborotos.

He dormido estupendamente y hoy tengo un día ocupado.
Por la mañana Pilates y por la tarde consulta con la doctora de cabecera, para que vea el informe de Álvarez de Mon y me den citas para los análisis y las pruebas.
Ese plan es cansino, ya me pasé todo el año pasado yendo a Cruces para hacerme la autopsia, pero todavía no han terminado.
Parece que hasta que no me encuentren algo malo, no se quedan contentos.
Yo obedezco.

Y luego, por fin la esperada clase de escritura, esa sí que me gusta.
Es la primera vez que voy a leer fragmentos de mi diario, veremos qué opina el profe.
Las opiniones de los demás también me interesan, pero en general no profundizan demasiado, simplemente dicen “me ha gustado”.
Algunos dicen algo más, pero el que realmente entra en materia es el profe y es el que me hace pensar y trabajar.
Siempre me ha gustado la palabra y me gustaba aprender a hablar con propiedad, pero ahora ya no es solo que me guste, sino que lo necesito y cuando alguien comete errores, me dan escalofríos.

Odita empieza el colegio y su padre está preocupado, tiene miedo de que lo pase mal como lo pasó él, sobre todo porque el alemán lo tiene muy verde.
De todas maneras es un colegio sueco y alemán o sea que tampoco es que no pueda expresarse, como me pasó a mi cuando llegué a Francia y no sabía nada de francés.
Ella habla sueco y español.
Ahora, con seis años ya tiene que estudiar en alemán y pronto le meterán el inglés, porque en Alemania es obligatorio.
A su padre le vuelve loco la idea de que desde tan pequeña ya hable cuatro idiomas.

No me extraña.





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