lunes, 19 de septiembre de 2016

CUARENTA Y SEIS






Hasta tal punto estoy inmersa en el mundo digital que ayer, al pasar por un jardín en el que habían podado algunas plantas, el olor era tan embriagador, que sentí un placer inmediato y mi primera reacción fue coger mi iPhone, filmarlo y publicarlo en FB para que llegara a todos mis amigos.
Grande fue mi desilusión, cuando me di cuenta de que el olor no se puede compartir, por lo menos de momento.


Ayer Pizca y yo celebramos su despedida, yendo a comer a Guernica, a Boliña el viejo.
Nos pusimos las botas.
Todo es tan bueno que me recuerda a la casa de mis abuelos, pero aquí la raciones son dobles.
Las croquetas, pequeñas y redondas, con la bechamel más fina del mundo.
Luego tomamos un redondo en su salsa con verduritas, que se cortaba con el tenedor.
Y de postre tienen unas tostadas de crema tan buenas, que a pesar de haber ido muchas veces, todavía no conozco los demás postres.
Soy incapaz de cambiar.

Volvimos por Mundaka y Bermeo.
Hizo una tarde espléndida y como fuimos por el interior donde todo era verde, nos gustó la idea de ver el Cantábrico y los barcos de pesca.
Me gusta ir a los sitios por un camino y volver por otro.

Pasé un día estupendo.
Hacía tiempo que no iba por esa zona y tanto Bermeo como Mundaka merecen ser visitados a menudo.
Ambos tienen una fuerza especial y lo bueno de los domingos, es que los barcos de pesca están en el puerto.

Al llegar a casa actualicé algunos blogs y vi dos capítulos de la serie Wentworth, que sigue manteniendo mi interés y que ya está llegando a su fin.
Me pregunto cómo serán capaces de inventar tanta maldad.


Ya empieza el frío, tuve que ponerme un edredón ligero encima del que uso en verano.
Sin embargo, no pierdo la esperanza de que llegue el veranillo de san Martín y pueda volver a la playa, todavía me quedan unos cuantos baños.








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