lunes, 28 de febrero de 2022

CUATRO MIL QUINIENTOS TREINTA

 




Me vienen recuerdos de mi vida de los que nunca he hablado, no obstante siempre es conveniente sacarlos de mi cabeza, sobre todo el que voy a contar hoy, ya que fue una equivocación que hice por precipitada y que me ocupó un tiempo precioso de mi vida que a pesar de mi entusiasmo al principio,  resultó un fracaso por no dedicarle la atención necesaria antes de tomar la decisión.

Se había terminado el proyecto de voluntariado que me había retenido en Los Ángeles y no sabía cuál era el paso siguiente, excepto que quería seguir haciendo voluntariado, era lo único que tenía claro.

Pregunté a ver si había algo en lo que pudiera ayudar y me dijeron que si aprendía a hacer maquetas tendría siempre trabajo asegurado.

Así que ni corta ni perezosa lo comenté con Pizca y ella puso en marcha mi proyecto.

Habló con un arquitecto catalán al que conocía, Josep Crivillers y él me buscó un experto en maquetas que me daría clase por las tardes en Barcelona.

El hijo de Pizca me alquiló un cuarto en su casa y allí me presenté con todo el entusiasmo del mundo.

Al cabo de unos días me di cuenta de que necesitaba estudiar la teoría y encontré un profesor que vivía cerca de la catedral de Gaudí a donde empecé a ir por las mañanas.

Traté de acostumbrarme a Barcelona viniendo los fines de semana a Bilbao, en donde estaba mi casa y el coche de mi hijo pequeño que vivía en Londres, por lo que los fines de semana resultaban encantadores.

Intenté acoplarme a mi nueva vida, sin embargo pronto me di cuanta de que no era feliz del todo.

Cambié de casa, lo cual mejoró algo mi situación pero ya había cogido reuma en los pies y me costaba andar.

Hacer maquetas no me divertía nada, nada, nada.

Al cabo de un par de meses mas o menos tomé la decisión de dejarlo, pagué lo que debía en Barcelona y me quedé en Bilbao, más contenta que unas castañuelas aunque pronto tendría que buscar una manera de hacer voluntariado que fuera conmigo.

Fui a Barcelona para un evento con Prem Rawat y me encontré con un arquitecto que había conocido en Australia, le conté mi experiencia y enseguida me hizo ver que hacer maquetas es lo menos indicado para una persona creativa como yo. 

Entonces lo entendí y comprendí que lo mío es la creatividad y no hay más que hablar.

Estaba tan inmersa en las maquetas que visité varias empresas de maquetas, tanto en Barcelona como en Bizkaia y la que más me sorprendió por la calidad del trabajo fue una de Lujua que me impresionó por el meticuloso trabajo que hacían.





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