sábado, 12 de febrero de 2022

CUATRO MIL QUINIENTOS QUINCE

 





Viendo el entusiasmo valenciano con la fiesta de los Goya, he recordado algo que me sucedió hace unos años, justo cuando había dejado de pintar.

Un primo mío, coleccionista de arte y comprador de mis cuadros en todas mis exposiciones, me dijo que si me apetecía me podía organizar una exposición en el museo de Valencia ya que estaba saliendo con la directora que tenía mucho respeto por su conocimiento de arte, la verdad es que mi primo tenía mucho interés, cuando se murió su mujer fui a su casa y me enseñó un Giorgio de Chirico impresionante.

Lo dijo con mucha seguridad y yo sabía que podía ser verdad, pero mi dignidad me obligó a darle las gracias y decir que ya no era posible porque había dejado de pintar, me insistió bastante pero me empeñé en negarme y ya no se habló más.

Supongo que yo estaría en un momento en que no quería meterme en problemas y mucho menos después de las últimas experiencias en Madrid y en Berlín que me dejaron exhausta.

Pintar es muy bonito pero todo lo demás, hablar con los galeristas, enmarcar, colgar, exponer y promocionarse es horroroso.

Yo no sabía nada de eso cuando estudié Bellas Artes, solo sabía que quería pintar, nadie me explicó lo que lleva consigo.

Tampoco me está gustando la parte comercial de la escritura, no obstante todavía no puedo hablar demasiado porque lo estoy tomando con calma y estoy dejando la responsabilidad en manos de "Triunfa con tu libro".

Creo que todos los trabajos artísticos están supeditados a la parte comercial y eso es algo que no se me da bien, no tengo ni idea de hacerlo, realmente me desagrada, no sé cómo superarlo.





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